
Reyes – El pecado
“Reyes - El Pecado” comienza poco después de la conquista de la ciudad fortificada de Jerusalén, que David, instruido por el Señor, arrebata a los jebuseos y transforma en la capital de la nación israelita. Fue durante este período que tanto la casa de David como el reino de Israel crecieron y se desarrollaron enormemente, gozando de una estabilidad política y una seguridad militar nunca alcanzadas por el predecesor del actual rey. Junto a sus poderosos, David derrota y somete a antiguos opresores como los filisteos, moabitas, amonitas, sirios, edomitas, amalecitas y todos los que se levantan contra él. Sin embargo, ninguna realización alegra más el corazón de David que la de construir el Tabernáculo en Jerusalén y traer el Arca de la Alianza desde Quiriat-Jearim, revelando así su ardiente deseo de acercar al pueblo a la presencia del Altísimo. El espectador seguirá al aclamado rey de Israel alcanzando la cima de su reinado, cuando incluso le explica al profeta Natán su deseo de construir un templo para el Señor de los ejércitos. Pero es precisamente en este momento, lleno de inspiraciones, victorias y realizaciones, que David relaja su vigilancia, cediendo a su inclinación y cometiendo el pecado que provocará consecuencias inconcebibles en su vida. A lo largo de esta narrativa llena de conflictos y giros, conoceremos a personajes que jugarán un papel decisivo en la historia, entre ellos el ambicioso consejero del rey, Ahitofel; la obstinada y voluble, Betsabé; el oficial y valiente, Urías; y el fiel amigo y profeta de David, Natán. También conoceremos al modesto descendiente de Saúl, Mefiboset, quien, a pesar de años de sufrimiento viviendo en las calles de Lo-Debar, se reencuentra con el mejor amigo de su padre y logra su favor. Así, "Reyes - Pecado" hará evidente el contraste entre David, el esposo actual, el padre cariñoso, el amigo fiel y el siervo temeroso, y David el hombre destrozado y atormentado por el pecado que constantemente está ante él. La fascinante trama de la séptima temporada expone, de manera esclarecedora, cómo el hombre, considerado por el mismo Dios como un hombre conforme a su corazón, fue capaz de cometer actos tan fuera de lugar, y cómo la misericordia del Altísimo, que es infinito, está siempre disponible para quienes lo buscan con sinceridad y plenitud de corazón.